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LOS PSICOANALISTAS NO SOMOS PSICÓLOGOS. DIFERENCIAS CON LA PSICOTERAPIA

Este artículo aborda las diferencias entre el tratamiento psicoanalítico y otros tratamientos psicoterapéuticos. Muchas de estas psicoterapias se sirven de ideas y argumentos que históricamente surgieron del psicoanálisis, aunque desvirtuados y utilizados fuera del contexto psicoanalítico. Como veremos, hay más divergencias que puntos de encuentro. Es importante tener en cuenta que un psicoanalista puede tener una formación de médico o psicólogo pero no todos los psicoanalistas provienen de esas disciplinas y ningún psicoanalista las utiliza en sus tratamientos. El psicoanalista tiene una formación aparte y unos requisitos singulares no compartidos con la psicología ni con la medicina.

  1. Psicoterapias
  2. Psicoanálisis
  3. Diferencias entre el psicoanálisis y las psicoterapias
  4. El saber frente al curar y el furor curandis
  5. El dispositivo. Diván o no diván
  6. Las críticas: Demasiado largo. Demasiado caro. No es científico. Todo se reduce a la sexualidad. Demasiado intelectual. Solo se ocupa del pasado. No da «herramientas». ¿Es un monólogo?
  7. Uso y abuso de los fármacos.
  1. Psicoterapia

La palabra «psicoterapia» está formada por la raíz griega (psique) y therapeia (tratamiento) y se refiere al «tratamiento médico usando el espíritu». Sus componentes léxicos son: psykhe (alma) y therapeuien -de donde viene la palabra terapeuta- y que significa (cuidar, atender, aliviar, tratar). Este verbo deriva de therapon = escudero, el que ayuda al guerrero.

La psicoterapia y el psicoanálisis pertenecen a ámbitos diferentes,  cada uno tiene su propia manera de definir y de establecer la relación “terapeuta-paciente” así como el tipo de abordaje y la forma de trabajar.

A inicios del siglo XIX, la psicoterapia se vio muy influenciada por la corriente filosófica del positivismo, de modo que aspiraba a pertenecer a las ciencias. Los psicólogos intentaban crear registros sistematizados para recopilar información objetiva de los pacientes. Pretendían que los datos obtenidos de una persona fuesen comparables a los obtenidos de otra.

 La psicoterapia se ocupa directamente de disolver el síntoma en pocas sesiones. El problema es que el síntoma está ligado a procesos inconscientes que requieren de su tiempo para emerger. De otro modo, aunque desaparezca enseguida, resurgirá más adelante con una nueva apariencia.

En una psicoterapia el trabajo se centra en modificar las conductas y los estados psicológicos del paciente. En la mayoría de los casos el objetivo es resolver el problema haciendo que el paciente consiga sus metas. Se trabaja con el síntoma. En las sesiones de psicoterapia no se le suele dar especial importancia a la infancia  (lo contrario del psicoanálisis). Se cree que no revela forzosamente aspectos importantes para alcanzar los objetivos, las metas terapéuticas. En cambio, se pregunta más acerca de los contextos y las situaciones que se vinculan a los momentos en los que el trastorno o problema a tratar genera más malestar. Solo se pregunta acerca del pasado para ver si esto explica aspectos concretos del presente.

Busca la verdad objetiva en lugar de la subjetiva, como hace el psicoanálisis. Se preocupan de si el paciente miente y en la versión de la familia sobre lo que éste cuenta. El psicoanálisis solo trabaja con la realidad psíquica. 

Hay muchos tipos de psicoterapia: la humanista, gestáltica, la psicoanalítica, la cognitivo-conductual, etc. El denominador común de todas ellas es que buscan aliviar el malestar y el sufrimiento del paciente.

Dos ejemplos de psicoterapias muy distintas:

  • Psicoterapia cognitivo-conductual (TCC). Es la que más se aplica en España, por la gran influencia del capitalismo-consumismo norteamericano. Es un tipo de terapia que detecta los pensamientos y conductas incómodos, angustiantes o incluso inadecuados y aplica técnicas de reeducación para modificarlos. El objetivo es sustituir los pensamientos y comportamientos erróneos por aquellos correctos. El terapeuta es quien dirige y determina el qué y el cómo, decidiendo qué debe cambiar el paciente.
  • Psicoterapia psicoanalítica. Emplea herramientas del psicoanálisis. El profesional que dirige este tipo de terapia nunca juzga al paciente, no decide por el paciente. Puede ocurrir que dé alguna pauta, algún apunte, eso sí, cuando tiene que ver con la subjetividad de quien consulta, pero se basa en que cada persona es única y singular por lo que es impensable aplicar técnicas estandarizadas, como lo hace la TCC.  En la terapia psicoanalítica se trabaja más con el ICC y enfatiza el caso por caso: se adapta a la especificidad de cada paciente, se renueva y reinventa, en cada sesión. Se trata de guiar al paciente para que encuentre en su interior las causas, el origen de lo que le ocurre, de su malestar. No se trata de desaprender conductas antiguas, ni de aprender nuevas, ni de que el paciente cambie de pensamiento, sino de que disminuya su sufrimiento.

Lo que hoy se conoce como psicoterapia cara a cara o terapia de conversación no puede concebirse ajena a los orígenes del psicoanálisis. De alguna manera todas las escuelas de psicoterapia posteriores han tomado diferentes aspectos del psicoanálisis, algunas más profundas, unas más serias que otras, otras más estandarizadas…  Otras llevan sus conceptos a nuevos campos como las ciencias sociales, antropológicas o culturales.

  1. Psicoanálisis

El psicoanálisis aparece en el siglo XIX de la mano de Sigmund Freud,   inspirado en los trabajos del médico Josef Breuer y Jean-Martin Charcot. Estos plantearon unas sesiones terapéuticas centradas en el fenómeno de lo inconsciente, es decir, de aquellos procesos mentales que nos ocurren sin que nos demos cuenta.

Para Freud el psicoanálisis debe ocuparse de los fenómenos o impulsos psíquicos. Estos son expresados inconscientemente en forma de símbolos, imágenes, palabras, sueños… También de conceptos que se manifiestan en nuestro comportamiento al margen de nuestra voluntad. Ejemplo de esto es el lapsus: decir una palabra por otra aunque en esa frase no tenga sentido.

En los más de doscientos años de existencia el psicoanálisis ha tenido y tiene numerosos seguidores -a veces dogmáticos- y grandes detractores. Es una disciplina compleja que requiere un largo tiempo de estudio y una formación rigurosa y extensa, y sin duda ha modificado completamente la manera de entender al ser humano.

El psicoanálisis no se estudia en la universidad, sino que su aprehensión se basa más en un aprendizaje vivencial y personal que en lo aprendido a través de la enseñanza académica. Algunos psicoanalistas se forman en instituciones no universitarias y otros al margen de lo institucional. Hay tres condiciones que cumplir todos los psicoanalistas:

  • Han hecho un psicoanálisis personal profundo. Es decir, han sido pacientes y se han psicoanalizado.
  • Han estudiado la obra de otros psicoanalistas y las distintas corrientes de pensamiento dentro del psicoanálisis: freudiana, kleiniana, lacaniana, junguiana, entre otras. En realidad su formación en permanente y los acompaña a lo largo de toda su vida como analistas.
  • Supervisan la dirección de la cura en los casos que llevan con psicoanalistas más experimentados. 
  • El psicoanálisis plantea la investigación de aspectos totalmente novedosos para la época, aquellos que no pueden ser directamente observables como los aspectos inconscientes de la mente, manifestados a través de los deseos, las fantasías, los sueños, los actos fallidos, los síntomas (señales del malestar) y los lapsus.
  • El psicoanálisis busca la rectificación subjetiva no la culpa ni la responsabilidad, y para ello convoca a la palabra. Esto plantea, ya desde el principio, una escucha diferente y novedosa para los profesionales de la salud, tanto mental como física.
  1. Diferencias entre el psicoanálisis y las psicoterapias

Tanto el psicoanálisis como las psicoterapias utilizan la palabra como herramienta. Escuchar a quien consulta,  decirle algo sobre lo que consulta. La diferencia es la forma de ese decir y hacia lo que ese decir apunta.

El analista utiliza la interpretación, en las psicoterapias más bien se aconseja, se sugiere, se recomiendan pautas, se prohíbe. Si en psicoterapia se hace alguna interpretación es más bien una opinión del profesional: “Usted es agresivo porque no ha logrado triunfar en la vida”. Como si de un sueño se sacaran conclusiones rápidas del contenido manifiesto sin indagar lo suficiente en los aspectos simbólicos inconscientes de sus partes. De esto se deduce que la interpretación no trata de que el analista transmita su saber al paciente, sino al contrario, se desprende de la verdad del analizante. Es ese saber que el analizante ignora que posee el que importa y el que debe aflorar.

En el tratamiento psicoanalítico no se adoctrina  ni se sugestiona. El analista no inventa, no añade nada al material que le proporciona el paciente. El analista es más bien un escuchador que desplegará un nuevo texto con las palabras que produce el paciente. En su recorrido de dichos, de significantes, analista y paciente descubrirán conexiones y nuevos sentidos, lo que facilitará los cambios no solo en su presente si no en su relación con el pasado.  Este analista que escucha debe a su vez haber pasado o estar pasando un recorrido terapéutico. El trabajo de análisis del analista se hace para que sus cuestiones personales no interfieran en las curas que dirija, no se mezclen con cuestiones del paciente y se distorsione la escucha.

Se trabaja con la asociación libre, el analista no se apresura nunca, o no debería, a buscar un sentido al decir del paciente, a su discurso, debe esperar hasta ver que subrayando un elemento de éste se logra una revelación significativa para el paciente. A veces cortar la sesión sin decir nada también puede ser una interpretación. Otras veces se recoge lo dicho por el paciente, se le devuelve en forma de frases, como unos titulares. En ocasiones lo que dice el analista es un mensaje enigmático y el paciente tendrá a su vez que interpretarlo.

De lo que se trata en una cura psicoanalítica es de que el analizante averigüe si realmente desea lo que quiere, lo que cree querer, o por lo contrario desea otra cosa y por eso tiene síntomas. No se lo amolda ni adecua a la sociedad, ni a un papel determinado (profesional, de familia, de la época, etc.), ni a lo que moralmente se considere oportuno, si no a lo que se descubre que es su propio deseo. La interpretación no pretende lograr que el paciente haga nada, según la clásica definición de interpretación como la descripción objetiva, verídica y oportuna de la realidad psíquica inconsciente y que no aspira a que el analizante haga algo específico salvo tomar nota de ella.

  1. El saber frente al curar (furor curandis)

Otra diferencia que a muchos sorprende es que en psicoanálisis no se busca como meta curar al paciente. Se supone que la cura o atenuación de los síntomas se darán por añadidura en ese viaje hacia los adentros del paciente. Al poder expresar lo que inconscientemente sabe de sí mismo, muchas de sus angustias, ansiedades, inhibiciones, adicciones, barreras y malestares irán desapareciendo. Aunque siempre habrá un núcleo, como el ombligo del sueño al que se refería Freud, adonde no llegará la luz y no será interpretable. Lo que sí logra un analizado es alcanzar una nueva posición subjetiva más acorde con su verdad íntima, más libre, menos sujeta a los deseos imaginados o no en los otros.

  1. El dispositivo. Diván o no diván.

Otra de las diferencias es el tan famoso tema del diván, objeto que no se utiliza en ninguna psicoterapia. Aunque es cierto que en psicoanálisis es una herramienta de trabajo, no quiere decir que siempre que hay psicoanálisis haya diván. Hay profesionales que no lo utilizan nunca, y no es un elemento indispensable, pero si nos atenemos a las enseñanzas de Freud y Lacan podremos saber más sobre esta cuestión.

El diván comenzó a ser utilizado para los tratamientos de hipnosis de los cuales derivó el psicoanálisis, se tumbaba a los pacientes para favorecer el estado regresivo propio de la hipnosis. Cuando Freud abandonó esta técnica por la asociación libre optó por que los pacientes continuaran tumbados, así era más fácil que se relajaran y consiguieran recordar y asociar. Otros motivos por lo que se utiliza el diván es que el analizante quede fuera de la mirada del analista. Freud no soportaba estar ocho horas delante de sus pacientes y prefería quedar fuera de su mirada para no influir con sus expresiones el discurso del analizante. A la vez el analista puede escuchar mejor al paciente, quien a su vez podrá divagar más fácilmente sin dirigir lo que dice a su analista.

Por supuesto hay también análisis sin necesidad del diván, pensemos que en el análisis con niños no se utiliza nunca. Y aunque el analista esté situado ante su analizante no lo mira realmente, lo ve, pero no lo está “mirando”. 

  1. Las críticas

Ahora abordaremos algunas críticas que se hacen al psicoanálisis como método terapéutico hechas desde los que detestan todo lo que sea psicoterapia hasta las que proceden de las diversas psicoterapias.

  • “Es demasiado largo”

Una de las objeciones más comunes que se le han hecho y se le hace al psicoanálisis es que es un tratamiento de muy largo recorrido. “No quiero eternizarme, esto que me pasa es un problema del presente y debo resolverlo enseguida.” Sin embargo, es probable que estos pacientes empleen muchos años probando diversas terapias sin acabar de resolver su problema, su depresión, su ansiedad o angustia, sus indecisiones, sus dudas, sus reincidencias y repeticiones, sus fobias, etc.

El psicoanálisis no es ni corto ni largo, pero es cierto que requiere su tiempo, diferente en cada caso, un tiempo que no se puede determinar al inicio. Pensemos que las curas de Freud eran más breves que las actuales, algunas no duraron más de doce meses, aunque muchos de sus pacientes acudían a su consulta a diario, incluso durante las vacaciones. Por ejemplo, algunos tratamientos muy cortos a sus histéricas y la cura de unos cuantos paseos con el atormentado Gustav Mahler.

Es posible que el mayor avance en la teoría y la mayor profundización en la clínica hayan prolongado los tratamientos (más conflictos que tratar, más represiones que levantar…). También se dice que, en sus inicios, la novedad del tratamiento hacía que el inconsciente del paciente fuera más dócil, acababa de ser descubierto y formalizado.

Sin embargo, esto pronto cambió, a medida que se avanzaba en los estudios y se pudo experimentar que había lugares de muy difícil acceso. A partir de los años 20, cuando Freud escribe Más allá del principio de placer, las curas se vuelven más complejas, los síntomas no se descifran tan rápidamente como antes, tal vez la difusión de las ideas freudianas tuviera un efecto de resistencia en los pacientes y las represiones se hicieran más fuertes.

En este momento algunos de los analistas, discípulos de Freud, deciden optar por análisis más breves, buscan formas de acelerar los tratamientos, se apartan de su maestro por opinar que el analista tenía una posición demasiado pasiva, uno de ellos es Ferenczi. De aquí surgen muchas corrientes psicoterapéuticas, como las terapias dinámicas breves norteamericanas; parece ser que reducen todo el recorrido de un trabajo psicoanalítico a 40 sesiones, para ello el psicoanalista debe establecer un diálogo con su paciente.

  • “Demasiado caro”

El dinero (no hay tarifa fija) es parte de la terapia: cuánto se está dispuesto a pagar por el análisis. El paciente es quien le otorga un valor monetario al tiempo invertido en su cura, y se compromete a ser activo. Además, aunque cada analista tiene su propia tarifa, lo más habitual es que pueda pactarse una reducción si es necesario.

  • “No es científico”

“Está el sujeto del inconsciente, con su subjetividad que no es mensurable, y que no es igual para todos pues la misma causa no produce los mismos efectos en todas las personas, por lo que no se trata de una ciencia (con manuales de síntomas y diagnósticos, de comportamientos o catálogos de acciones predefinidas a realizar con el paciente) ya que la solución, es particular para cada sujeto”(1).

No existe un manual general, si no que el psicoanálisis es único, de cada paciente, de cada analista y de cada época.

  • “Lo basa todo en la sexualidad”

Esta es una crítica de los primeros tiempos del psicoanálisis pero aún es bastante común, y como siempre, es fruto de la ignorancia. Parte también de una base errónea, equiparar sexualidad a genitalidad. A lo que Freud se refería en realidad es a las pulsiones, fuerzas entre lo psíquico y lo somático, que también se confunden con el instinto. El ser humano no tiene instinto como los animales. Las pulsiones están presentes en todos los actos de la vida humana y no tienen un objeto predeterminado ni ciclos como los instintos. Sabemos que las pulsiones pueden ser muy variadas aunque básicamente se corresponden con la oralidad, la analidad, la mirada y la voz. Quien se ha analizado puede decir que no se reduce todo a los temas sexuales, si no que van apareciendo referencias a todas las pulsiones, pues cada persona tiene un modo de gozar diferente.

  • «Demasiado intelectual»

Esta creencia parte de una base errónea, considerar que el pensamiento intelectual está disociado de la subjetividad, de los afectos, de lo sentimental. Las palabras expresan emociones, sentimientos, hieren, cambian, provocan. El paciente puede usarlas también para defenderse de los temas que verdaderamente le afectan, lo que Lacan llamaba “palabra vacía”, ese blablablá que no lleva a ningún lado. Pero llega un momento en que, con la ayuda del analista, surge la “palabra plena”, expresión con la que Lacan se refería al decir del paciente que tendrá efectos en sus conflictos y síntomas.

También se une a la creencia de que es una cura para personas con un elevado nivel intelectual que puedan extraer conclusiones profundas y complicadas sobre lo que les ocurre. Sin embargo, el análisis solo demanda un sujeto que pueda estar dispuesto a interrogarse sobre su malestar, que pueda asociar, que busque los motivos, independientemente de si tiene o no estudios universitarios o amplios conocimientos intelectuales. Y por supuesto no es necesario conocer la teoría psicoanalítica para que la cura tenga sus efectos.

  • Solo se ocupa del pasado

Esta es otra de las críticas habituales que se le hacen a la terapia psicoanalítica. Se considera que el pasado quedó atrás y que es inútil rememorarlo porque ya no se puede cambiar. No se tiene en cuenta que  somos fruto del pasado, lo que ocurrió desde que nacimos, incluso antes, ha ido conformando la persona que somos hoy. Las circunstancias en las que crecimos, las personas que nos educaron, nos criaron, estuvieron con nosotros, lo que vimos, oímos, sentimos, cómo lo interpretamos, cómo lo vivimos, no queda atrás. Es cierto que no podemos cambiar el pasado pero sí lograr no quedar atrapados en una imagen fija que impida modificar el presente.

El análisis permite ser parte activa en nuestra vida, conocernos, dejar de ser aquellos hijos que fuimos para ser nuestros propios padres.

Además, el pasado del paciente es totalmente subjetivo y no se intenta averiguar lo que sucedió en realidad (tampoco sería posible), pues cada persona lo vive de modo diferente.

El psicoanálisis trata de averiguar cómo ese pasado influye y condiciona nuestro presente.

Así pues, veremos que vienen a nuestra consulta pacientes que nos dicen que quieren hablar de algo que les afecta ahora y no del ayer, que eso no les interesa. Veréis que al poco rato o en pocas sesiones tienen que referirse a su infancia, a lo que les decían sus padres, sus abuelos, a lo que ya pasó y está marcando su vida actual.

  • No da «herramientas»

Esta frase es muy habitual y todo analista la escucha, sobre todo en los primeros tiempos del tratamiento. Como ya hemos comentado anteriormente, en las psicoterapias conductuales y otras, al paciente se le dirige, se le orienta, se le reeduca y sugestiona, es decir, se le dice lo que debe hacer para que su vida funcione, como si se tratara con un robot al que insertar el programa correcto. Es una herramienta bozal, calla y tómate este remedio (ya sea píldora, listado de quehaceres, etc.). Obviando por supuesto el origen de ese sufrimiento psíquico, y naturalmente ignorando la importancia del inconsciente que impide al sujeto aplicar la “herramienta” para lograr sus fines.

En el tratamiento psicoanalítico cada analizante irá encontrando su manera de sanarse, de estar en el mundo con menos sufrimiento y más libertad,  sabiendo cómo goza y pudiendo efectuar un cambio de posición en su vida.

  • ¿Es un monólogo, hablo yo solo?

Es también corriente que si quien acude a una terapia psicoanalítica desconoce sus métodos se sorprenda de la neutralidad del terapeuta, de que lo que ocurre en el dispositivo no es una charla, pero tampoco un monólogo.

El analista es un desconocido para el paciente, es una incógnita, de quien no sabrá sus opiniones ni creencias. Es alguien a quien contar para así reencontrarse a sí mismo. El analizante cree hablarle solo a él pero también habla a su escena inconsciente.

Para ello no se establece una conversación, aunque en ocasiones pueda haberla, sobre todo al inicio de la terapia, en las llamadas entrevistas preliminares.

En muchas psicoterapias se establece un diálogo. Se trata de transferir al paciente el modo de hacer del psicoterapeuta, su escala de valores y su concepción del mundo. Se cree que éste está en posesión de la verdad, puede darle el remedio que le conviene porque a él le ha funcionado.

De nuevo hay que recordar que en la terapia psicoanalítica se trata el caso por caso. Cada analizante es diferente y se hace lo que podríamos llamar un tratamiento a medida.

7. Uso y abuso de los fármacos

Actualmente hay un excesivo uso de los tratamientos farmacológicos para resolver malestares psíquicos: la angustia, la tristeza (a menudo confundida con la depresión), el estrés… La incapacidad para tramitar un duelo o una situación nueva, quedan sofocadas por la ingestión de una pastilla. Es importante que la población sepa que un fármaco puede ayudar en un momento determinado pero que no es la solución a largo plazo. Las causas del malestar, del sufrimiento, está en el paciente y es fundamental que éste pueda hablar y expresarlo para encontrar su origen.

Es cierto que en casos graves es aconsejable recurrir a la medicación.  El analista puede derivar a su analizante a un psiquiatra para que  medique al paciente y así poder continuar el tratamiento.

Para profundizar en el tema del artículo sugiero que recurráis a sus fuentes.

FUENTES:

(1) Manuel Baldiz, El psicoanálisis y las psicoterapias, Ed. Biblioteca Nueva.

(2) Laura Vaccarezza, ¿Cómo se forma un psicoanalista?, Ed. Acto.