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DINERO Y CARÁCTER ANAL

Sándor Ferenczi, en su artículo “Ontogénesis del interés por el dinero”, se hace una pregunta sobre la manera en que la experiencia individual favorece la transformación del erotismo anal en interés por el dinero.

Habría que empezar por buscar la respuesta en Freud para comprender qué ocurre en la fase anal del sujeto; y después ver lo que Abraham y Ferenczi han escrito al respecto.

Freud, en “Carácter y erotismo anal” (1908), escribe que ha observado en su clínica una relación entre cierto tipo o cualidades de carácter y lo que él denomina “una conducta de órgano”. Parece ser que los sujetos en los que resalta especialmente una tendencia al ahorro que puede conducir a la avaricia, un orden y un aseo escrupulosos, una tenacidad que puede acabar en ira e incluso venganza, tuvieron en su primera infancia muchas dificultades para controlar el esfínter anal. Fueron incontinentes fecales durante más tiempo de lo que se considera habitual, reteniendo las heces cuando las personas a su cuidado los sentaban en el orinal.

Estos bebés se obstinaban en contener los excrementos cuando les eran demandados. El placer erógeno que les procuraba la zona anal fue en ellos especialmente notable; luego se superó, todo transcurrió del modo habitual, quedando como “recuerdo” estas cualidades de carácter que apuntaba antes.

Pero ¿de qué modo podemos ligar ciertos comportamientos adultos con aquellos episodios remotos de retención fecal?

En los “Tres ensayos de teoría sexual”, de 1905, Freud ya ha explicado el funcionamiento de las pulsiones sexuales en el ser humano. La excitación sexual se sirve de ciertas zonas erógenas del cuerpo, como son la boca, la uretra, el ano y los genitales. Como sabemos, sólo una parte está dedicada al desempeño de la vida sexual, tiene una meta; la otra es desviada a metas diversas, proceso que Freud denomina ya como “sublimación”.

En el período que va de los cuatro o cinco años del niño hasta el inicio de la pubertad, llamado de “latencia sexual”, la curiosidad sexual del infante, al no poder ser satisfecha, se emplea en un interés por el mundo que lo rodea, y es entonces cuando pueden surgir unas formaciones que reaccionan a las excitaciones sexuales. Al reaccionar se mudan en lo contrario, se oponen a lo ya existente, y así aparecen la vergüenza, el asco y la moral tras los cuales quedan sujetos, contenidos, los intereses primitivos.

Así pues, un exceso de aseo y orden habría que interpretarlos en clave reactiva para poder descubrir ocultos tras ellos un antiguo interés por lo sucio, lo que se expulsa del cuerpo, aquellas heces que el bebé quería retener con tenacidad; cualidad ésta que se expresará tal cual en la vida adulta.

La relación entre dinero y estreñimiento aparece clara en la clínica. Cuando el paciente es animado en sesión a hablar del dinero llevando a la conciencia todo lo que se le ocurra, se acaba observando un efecto positivo en sus síntomas. El lenguaje coloquial también deja en evidencia la ligazón, no es casualidad que a los avaros se les tilde de “roñosos”, sucios, así como de “agarrados”, que nos lleva a pensar en el acto de cerrar el esfínter anal para retener la materia fecal.

Por otra parte, la literatura infantil abunda en relatos que ilustran este vínculo. En muchos cuentos el oro obtenido de modo mágico puede convertirse, si no es merecido, en piedras o similar, lo que sería una sublimación de los excrementos. Véase, por poner un solo ejemplo, el relato de los hermanos Grimm, “Los regalos del pueblo pequeñín”, donde dos peregrinos, un sastre y un orfebre, tienen un encuentro con unos seres sobrenaturales que danzan en corro en cuyo centro se sienta un anciano. Tras ser llevados ante él, les afeita la cabeza y la barba y los premia con todo el carbón que puedan llevar. Este carbón se transformará en oro al día siguiente, pero volverá a su condición inicial para uno de los peregrinos (no por casualidad el orfebre) en castigo por su codicia.

También nos recuerdan esta relación la gallina de los huevos de oro, la figura folclórica del “cagaducados”, el óleo del Paraíso del Bosco (donde vemos un personaje defecando monedas), y cómo no, la alquimia, en la cual la obtención del aurum philosophicum se logrará por efecto de una transmutación del nigredo, esa materia negra similar al abono.

Ferenczi, en el artículo antes mencionado, habla de la materia fecal como la primera “economía” del niño, al ser retenida, su primer ahorro. Y también el primer juguete, en ese placer autoerótico obtenido al contraer, presionar las heces; un “amor objetal”, dirá. Pero este amor sufre un cambio radical cuando el niño reacciona al olor. Para Freud, este rechazo del erotismo anal está en relación con la conquista de la posición erecta -cuando el niño abandona el gateo y empieza a caminar-, que lo aleja de sus genitales para mostrarle nuevos horizontes. Como sustituto, hallará materiales menos ofensivos aunque parecidos, como el barro, la tierra, la arena y las piedras. Los cuales son utilizados incluso como terapia para niños con problemas de estreñimiento; al poder ensuciarse con la arena de los parques mientras juegan también podrán dejar ir aquello que su organismo retiene, cambiando una cosa por otra. Es decir, se consigue una desviación como ayuda para aceptar los deshechos del cuerpo.

Por otra parte, Ferenczi ha observado en su clínica a personas que dedican más tiempo de lo habitual a regular sus funciones intestinales, llegando a lo que él denomina “hipocondría de defecación”, estos sujetos han desplazado sus antiguos intereses coprófilos sobre “otros órganos y otros productos del cuerpo”, expresando una tendencia particular hacia lo higiénico.

El recorrido a seguir no parece complicado, el niño, en su desarrollo, va transformando su interés en cosas socialmente aceptadas, aún próximas en su forma: canicas, botones, huesos, dice Ferenczi, descubriendo el nuevo placer de la acumulación. Llegar de ahí a las monedas es cuestión de pocos pasos; aumentado el interés por un objeto que no huele, no pesa, brilla y tintinea regalando vista y oído, y que además parece ser muy apreciado en el mundo adulto al cual ellos aspiran.

A partir de aquí el interés por el dinero se hace extensivo a todo lo que está relacionado con él, lo que tiene valor, las posesiones, y aunque el sujeto pueda dar una explicación racional no debemos olvidar que el lugar de donde surge este “amor” es la coprofilia. De aquí también pueden surgir intereses estéticos y artísticos, diversas hipocondrías y rasgos de carácter específicos (como comentábamos antes).

Para poder abordar el tema desde otra perspectiva, tenemos el artículo de Abraham “El gasto de dinero en los estados de ansiedad”, de 1917.

Aquí Abraham expone múltiples ejemplos extraídos de su clínica. Vemos lo que ocurre cuando en el neurótico se da la conducta opuesta, en lugar de los rasgos de avaricia hay por el contrario un excesivo gasto de dinero. Se trata de sujetos que no han logrado desligarse del hogar familiar, continúan en un estado de dependencia infantil; su libido sigue fijada a los padres. Cualquier intento de cambiar este estado de cosas les produce ansiedad e incluso depresión; retirar la libido es un duelo que su neurosis les impide realizar, pues el deseo inconsciente es desmesurado.

La exteriorización de estos deseos ocultos se manifiesta en una tendencia al gasto, acompañada por sentimientos placenteros al percibir un alivio en sus síntomas depresivos o ansiosos. Hay aquí un intento por colocar la libido en otros objetos. En la agorafobia, por ejemplo, el pánico a los espacios abiertos puede estar escondiendo una necesidad desmedida por entregarse físicamente a quienes encuentren, como realización de fantasías de prostitución que no siempre quedan enterradas en la inconsciencia, y que hallan alivio en espacios reducidos para acotar este escape de la libido.

La excesiva dependencia de los progenitores está a menudo relacionada con la zona anal. En una paciente agorafóbica, que fracasaba en sus intentos de alejarse del hogar paterno, se descubrió que durante la infancia dependía enteramente de su padre para evacuar los intestinos. El padre solía administrarle edemas, y su extremo cuidado de esta función condujo a la hija a no poder hacer nada sin él. Para disminuir la ansiedad que le producía salir de casa sola, la paciente gastaba dinero de un modo arbitrario; y aquí podemos ver clara la relación entre excrementos y dinero. El gasto de dinero creaba la ilusión de que su libido circulaba libremente, cuando por el contrario ésta seguía estando prisionera impidiéndole relacionarse sexualmente como individuo psíquicamente adulto.

Otra limitación de la libido puede observarse en neuróticos cuya incapacidad para entregar amor o sexo los lleva a convertirse en benefactores. Lo que entregan en compensación es dinero, un sentimiento de piedad los impulsa a este gasto, pero como los verdaderos motivos se mantienen inconscientes los deseos de dar dinero nunca quedan satisfechos.

En un artículo posterior, “Contribuciones a la teoría del carácter anal” (1921), Abraham vuelve a la relación con el dinero. La caca es el primer regalo que el niño entrega a los padres, y de él depende mostrarse tacaño o generoso. Encontramos un ejemplo en un esposo que se negaba a cualquier gasto propuesto por su mujer, pero de vez en cuando decidía ser en exceso generoso con ella. Aquí el dinero se utiliza como modo de dominar al otro, manteniéndolo dependiente, como se debió de tener expectantes a los padres en la infancia. En ocasiones estos sujetos asignan el dinero en pequeñas cuotas, gozando con el deseo y la espera que suscitan.

Este placer exagerado por la posesión, de un modo en que sus relaciones están basadas en poseer y entregar, puede delatar a individuos poco productivos, ya sea sexualmente ya en otras áreas. Estar obligados a dar les provoca sentimientos hostiles, y recibir algo del otro lo viven como señal de amistad. La avaricia de estos sujetos puede llegar a situaciones extravagantes, como el caso del rico banquero, dice Abraham, que insistía a sus hijos en que retrasaran lo más posible el momento de ir al baño para que el cuerpo aprovechara lo más posible el valioso alimento ingerido.

Algunas personas evitan gastar en cosas que no podrán conservar como objeto: viajes, conciertos y visitas artísticas en general; incluso algunos lamentan el gasto en alimentos. Otros, por el contrario, sienten un interés exagerado por la comida, pero luego vigilan su peso como modo de averiguar lo que han podido retener o no de esa comida que han comprado. La preocupación por la pérdida de tiempo también la muestra como un claro indicio de esta neurosis; para ellos sin duda “el tiempo es oro”, y como tal sólo se sienten a gusto cuando están trabajando, son aquellos que sufren “la neurosis del domingo”.

En los coleccionistas también se observa este carácter anal, es otra forma de avaricia, así como quienes se deleitan contemplando sus posesiones de cualquier clase, como una manera sublimada de mirar sus excrementos. Otros sujetos olvidan pagar sus deudas, lo que para Abraham es un síntoma de erotismo anal que no ha podido ser sublimado.

Para finalizar me parece necesario puntualizar que los ejemplos anteriores deben verse exclusivamente como casos particulares, nunca como normas a seguir en nuestra clínica. Si bien es cierto que existen rasgos comunes entre los sujetos que se caracterizan por su carácter anal, cada caso deberá ser escuchado como único para poder entender la neurosis del analizante y así evitar el riesgo de encasillarlo en un modelo rígido.

Bibliografía y notas

  • Laplanche, Jean; Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis, pág. 401. Paidós.
  • (3) Freud, Sigmund. “Pulsiones y destinos de pulsión”, en Obras Completas, vol. XIV. Amorrortu editores.
  • Freud, Sigmund. “La perturbación psicógena de la visión”, pág. 211, en Obras Completas, vol. XIAmorrortu editores.
  • Freud, Sigmund. (1905) “Tres ensayos de teoría sexual”, en Obras Completas, Tomo VII. Amorrortu editores.
  • Freud, Sigmund. (1914) “Introducción del narcisismo”, en Obras Completas, Tomo XIV. Amorrortu editores.
  • Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, en Obras Completas, Tomo XIX. Amorrortu editores
  • Freud, Sigmund. “El yo y el ello”, en Obras Completas, Tomo XIX. Amorrortu editores.